La historia de Topito

Las imágenes que he subido hoy a esta entrada las publiqué ya en otro momento, hacia el 6 de marzo de 2024, para hablar de mi impulso de recuperar algunas de las cosas que había hecho y había perdido en el pasado, tanto escritos como ilustraciones, y de cómo pude hacerlo a través del Registro de la Propiedad Intelectual así como de la Biblioteca Nacional. Ambas instituciones, por unos motivos o por otros, se hacen más o menos imprescindibles en la actividad creativa que pretende permanecer en el tiempo —por nimia o insignificante que sea para cada cual dicha actividad creativa—, y desde luego, cumplen su cometido. Tengo mucho que agradecerles, aunque solo sea desde un simple acto burocrático. Pero no fue solo un proceso burocrático; en el proceso, fueron extremadamente amables y cercanos, y ya solo por eso, mereció la pena. Necesitaba ese factor humano que en el mes de marzo, o en cualquier momento del año o de los años, se hace tan apreciado.

Vuelvo a publicar estás imágenes después de haber eliminado la entrada —pues no me convencía el contenido de entonces—  en la que aparecían como modo de preservar la historia que ilustraban. No lo tengo registrado de ninguna otra manera y el blog se presta a registrarlo editado en su conjunto.

No recuerdo la narrativa que hacía de leyenda de estas simples ilustraciones. Las hice, en realidad, a raíz de lo que escribí. Sin embargo, me gusta más lo que dibujé que lo que escribí. Son de esas cosas que veo después de pasado un tiempo y me hace sentir bien. Me habla en un sentido que me sorprende. Hay frescura y hay desenfado.

Intentando recordar algo de la historia, en esencia era que la memoria de lo que había hecho en otra época parecía que hubiera desaparecido, había quedado soterrada, pero que eso era solo la apariencia. La memoria de lo que había hecho era un topito que estaba trabajando por debajo de la tierra.


La historia de Topito

Topito, ciego como era, estaba demasiado ocupado en su tarea de cavar túneles.

Hacía un esfuerzo desmedido al realizar las cosas y no sabía para qué. Solo sabía que tenía que hacerlo.

Buscaba ayuda, buscaba una guía y buscaba herramientas en cualquier parte. Escuchaba todo tipo de consejos sin importar de dónde le llegaban.

Y eso era un lío porque descuidaba sus tareas al mismo tiempo.

Y comenzó una pequeña odisea. Perdió el rumbo bajo la tierra. Era un animal de tierra y se olvidó de sus funciones. Casi pensó que debía volar o que debía nadar, pero ni el aire ni el agua eran sus elementos.

Pero como el topito insistía y no permanecía quieto, de pronto llegó a ese lugar donde la memoria sí tiene un hueco, y aquel lugar le habló de quién había sido y de qué había hecho todo ese tiempo. Topito se sorprendió primero y luego se sintió satisfecho.

Después de eso Topito volvió a cambiar el rumbo y regresó a sus tareas. Siguió cavando bajo la tierra y, de vez en cuando, también se asomaba a la superficie para calentarse al sol aunque no pudiera verlo.

6 comentarios en “La historia de Topito”

    1. It is so pleasant that you used the word «hopeful». It brings me joy to hear/read that. Hope is the key to every step in creativity, and certainly in life. It is exactly what I think of your artwork, words, posts. Thank you:)

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  1. Hello my dear Olga.

    I really like this illustrated story.In my humble opinion, we are exactly like this little mole.Not seeing the sun, but looking for it and warming yourself, it’s a beautiful parable.It is true that we all have a mission, within ourselves, among others. It is in the daily tasks, life in its smallest details that give us presence.Thank you for this lovely and even touching “journey”.

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    1. You just did the right reading. That little mole is every one of us trying to make our way through darkness and light. A mission or hope can help us all along the road. Thank you, Béatrice.

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